La década de los 80 fue sin duda alguna la época más brillante del alpinismo en los gigantes del Himalaya. Fue la época en la que Messner acabó la corona de los 14 o en la que los polacos irrumpieron con ambición en la escena. Cada año se abrían rutas nuevas, se alcanzaban cimas invernales y se realizaban ascensiones que asombraban al mundo (como el Everest en solitario de Messner o la escalada al G-IV de Kurtyka y Schauer). Se trataba de expediciones que, incluso hoy en día, parecen irrepetibles. Fue la época del estilo, de hacer realidad lo que parecía imposible.
Hacía falta ser muy grande para poder realizar acciones que, bajo esa exigente batuta del estilo y la dificultad, adquirieran relevancia suficiente ante una comunidad deslumbrada por la genialidad de los Kukuzcka o los Messner. Sin duda uno de esos gigantes que se ganó ese derecho por méritos propios, haciendo evolucionar el alpinismo con una ética inquebrantable, fue el suizo Erhard Loretan.
Sus inicios
Loretan nació en 1959 en Bulle, en Suiza. Creció rodeado de montañas por las que desde bien pequeño sintió atracción. Mientras sus amigos soñaban con ser astronautas o pilotos, Loretan lo tenía claro: sería guía de montaña. Debido a esta inquietud aprovechaba cualquier lugar -como el manzano de enfrente de casa- para escalar y leía todo lo que caía en sus manos relacionado con el alpinismo. Así creció admirando a gente como Rebuffat o Buhl, tanto por sus logros como por su filosofía o su estilo.
Esta fascinación le llevó desde bien joven a explorar sus Alpes natales, forjando amistades que le acompañarían de por vida, como Pierre Morand. No es de extrañar que a los 20 años ya hubiera exprimido mucho de lo que le ofrecía la cordillera alpina, abriendo vías de dificultad y escalando las clásicas. Había llegado el momento de ampliar el terreno de juego y la cordillera elegida fueron los Andes. En 1980, con Morand y Sonnenwyl, viajó a la Cordillera Blanca donde realizaron tres primeras ascensiones en un estilo alpino muy ligero: la norte del Ranralpaca (6162m), la cara sur del Caraz I (6025m) y la cara sur del Palcaraju (6274m). A esto le sumarían la cima del Artesonraju (6025m) y la del Huascarán (6768m).
A su vuelta llevó a cabo su sueño infantil y terminó de graduarse como guía de montaña. Fue ejerciendo este oficio -Loretan además era carpintero- donde conoció a Norbert Joos y a Peter Hiltbrand. Estos le invitaron a unirse a una expedición que estaban organizando al Nanga Parbat en 1982. Erhard no pudo resistirse. Aunque peligrosa -ya se había cobrado 41 vidas-, el Nanga era una de las montañas de sus sueños, la que había encumbrado a Buhl.
Nanga Parbat: Debut a ochomil metros
La expedición la lideraría Stefan Wörner e incluiría a Alex Berger, Martin Braun, Peter Hiltbrand, Norbert Joos, Hansruedi Staub y el propio Loretan. El 9 de mayo llegaron al Campo Base, bajo la pared Diamir. Loretan estaba exhultante en ese paraje del que había leido tanto y donde pretendían abrir una ambiciosa via nueva. Pero no todo eran buenas noticias y Peter Hiltbrand, aquejado de un edema cerebral, tuvo que ser evacuado del CB por porteadores.
En solo cinco días, cuando ya habían alcanzado los 6000m e instalado un primer campamento, decidieron abortar la idea de la ruta nueva debido a las malas condiciones que presentaba, pasando a la ruta Kinshofer. En un estilo clásico, aunque fijando muy poca cuerda, fueron montando los distintos campos. El día 23 Joos y Loretan alcanzaron la altitud de 6500m dejando un depósito de material justo antes de que entrara el mal tiempo. Mientras tanto, Peter Hiltbrand, ya recuperado, se reincorporó a la expedición.
No se pudieron mover del CB hasta el 3 de junio cuando el tiempo les dió tregua y Berger, Braun, Joos y Loretan salieron a desenterrar los campos superiores. Aunque Berger se tuvo que dar la vuelta, los otros tres siguieron subiendo estableciendo el C-III a 6950m y abriendo ruta hasta los 7200m antes de bajar al C-II el 6 de junio. En el camino se cruzaron con Wörner, Staub y Hiltbrand que subían a relevarles en el trabajo. Les advirtieron de la escasa aclimatación que tenían, pero aún así persistieron en su intención de subir.
Al día siguiente el grupo de Loretan, Joos y Braun volvía a subir al C-III mientras que los otros tres alpinistas se encargaban de montar un C-IV y pasar la noche allí. Por desgracia, nuevamente Hiltrband evidenciaba problemas moviéndose muy lento. Esa misma madrugada Wörner bajó al C-III y abrió la tienda del grupo de Loretan para decirles que la situación de su compañero era crítica. Joos y Loretan subieron velozmente y se encontraron a su amigo Peter en muy mal estado, balbuceaba y no era capaz de moverse.
Conscientes de la gravedad, lo metieron en un saco y trataron de bajarlo arrastrándolo, pero Peter Hiltbrand no pudo aguantar más falleciendo al poco rato de salir, eran las 8:15 del 8 de Junio. La noticia fue un mazazo para todos. Se reunieron y barajaron seriamente la posibilidad de cancelar la expedición. Ante este dilema, pensaron que si conseguían la cima, el nombre de su amigo estaría para siempre en la historia del alpinismo encuadrado en la primera ascensión suiza al Nanga Parbat.
Wörner y Braun se retiraron, mientras que Joos, Loretan y Staub volvieron a subir. El resto de la via la lideraría Loretan, que finalmente alcanzaría la cima -8.125m- el 10 de junio a las 13:30. Dos horas mas tarde llegaría Joos, mientras que Staub tuvo que contentarse con la cima norte -8.035m-. Loretan había logrado su primer ochomil, pero el precio había sido demasiado alto.
Tres ochomiles en 15 días
Al regresar del Nanga Parbat, Loretan solicitó permiso para el Gasherbrum I que le fue concedido para 1983. Le acompañarían sus amigos de la infancia Morand y Sonnenwyl -con los que había ido a los Andes- y Gerard Spicher. A su vez Wörner, lider de la expedición al Nanga Parbat y que tenía un permiso para el Gasherbrum-II, llamó a Loretan para aunar ambas expediciones y además solicitar juntos el permiso al Broad Peak.
Gasherbrum II
El grupo de Loretan y el de Wörner -formado por Meyer, Fröhlich, Graf y Marcel Rüedi- llegaron al campo base del Gasherbrum II el 18 de mayo de 1983. Cuatro días mas tarde ya habían instalado el primer campamento en el plateau entre los dos Gasherbrum -a unos 6000m de altitud- cuando entró el mal tiempo obligándoles a esperar hasta el 12 de junio. Ese día el grupo de Wörner saldría del CB hacia los campos superiores.
El grupo de Loretan arrancó tras ellos al día siguiente. Por el camino encontraron a Fröhlich que bajaba en retirada. El equipo de Wörner, con Marcel Rüedi haciendo la mayoría del trabajo, progresaban hacia un C-II donde montarían sus tiendas a 6.900m. Loretan, queriendo colaborar con el trabajo de apertura, salió de su tienda la noche del 14 a las 2:30, llegando al C-II justo cuando Rüedi y Graf se preparaban para salir. Siguió adelante solo y ya por encima del C-II se le unieron los dos alpinistas, aunque solo Rüedi se turnaría con él para abrir la ruta hasta los 7400m donde fijaron su último campamento.
Al día siguiente Marcel Rüedi y Erhard Loretan, conscientes de que no recibirían ayuda del resto del grupo, se adelantaron y abrieron todo el camino hasta la cima a la que llegaron a las 12.00. Durante la bajada se encontraron con el resto del grupo de Wörner junto con Sonnenwyl -que había adelantado un campo- camino a la cima. Tras esperarlos en C-III, Loretan y Rüedi continuaron el descenso con Sonnewyl, que estaba exhausto del esfuerzo realizado. Sus amigos Morand y Spicher, que llegaron a ese C-III para intentar la cima al día siguiente según la planificación inicial, sacrificarían la cumbre por ayudar a bajar al grupo de Wörner que también tenía problemas.
Gasherbrum I y Broad Peak
El 21 de junio, Loretan y Ruëdi partieron hacia el Gasherbrum I y llegaron al C-I a 6500m. Por delante la ruta era incierta. Al día siguiente escalaron por unas pendientes que Loretan definió como «difíciles» -algo raro en el suizo que solía quitar mérito a todo cuanto hacía-. Montaron su último campamento a 7.300m desde el que alcanzaron la cima el 23 de junio a las 13.30. De vuelta al C-III se encontraron con Morand, Spicher y Sonnewyl -el grupo de Loretan- que les habían seguido los pasos y también alcanzarían la cima al día siguiente.
Tras estas dos ascensiones Loretan se dirigiría con el grupo de Wörner, que estaba más descansado al no subir al Gasherbrum I, hacia el campo base del Broad Peak. Siguiendo la tónica habitual de la expedición, Loretan y Rüedi lideraron la ruta acampando a 7200m. Al día siguiente Loretan abrió el camino a la cima a la que llegó a las 11.30 del 30 de junio. A Erhard le siguieron Rüedi, Graf y Wörner. El 2 de julio harían cima Sonnenwyl y Morand. Fue la primera vez que se lograron 3 ochomiles en una sola expedición y, además, abriendo una ruta nueva en el Gasherbrum I.
1984. Manaslu y travesía del Annapurna
Manaslu
La primavera del 84 Loretan se juntó con viejos conocidos para ascender el Manaslu. La expedición la lideraba Eitel y participaban, además de Loretan, Burgener, Matthias, Ullman, Marcel Rüedi y Norbert Joos -con quien subió al Nanga Parbat-. La expedición sería por la vía normal y con un estilo clásico.
Aunque llegaron al campo base el 28 de marzo, fue una expedición donde el mal tiempo les obligó a ejercitar la paciencia sin poder apenas salir en semanas. Con Loretan liderando la escalada, fueron poco a poco fijando los distintos campos de altura hasta que el 17 de abril conseguían equipar el cuarto y último a 7400 m. Allí durmieron el día 29 Loretan, Burgener, Rüedi y Joos con vista de cima para el día siguiente.
Su plan inicial era bajar esquiando pero tuvieron que desecharlo porque el viento había barrido la nieve. De los cuatro, sólo Loretan y Rüedi pisarían la cima el día 30. Burgener y Joos renunciaron, aunque Joos se incorporaría a otra expedición alemana y finalmente llegaría también a la cima una semana mas tarde.
Travesía del Annapurna
Tras su éxito en el Manaslu, el alpinista suizo volvió a Nepal ese mismo otoño. El objetivo era superlativo: la primera escalada de la arista este del Annapurna. La expedición la formaba un equipo de guías suizos liderada por Tschirky, con Durrer, Hobi, Bühler y Joos, quien impresionado con Loretan, le invitó a formar parte.
Comenzaron a trabajar en la ruta, en la que montaron tres campos a 5700, 6500 y 7100m. Justo después de ese último campo se encontraba la cima del Tarke Kang, donde arrancaba la ansiada e interminable arista. El día 6 de octubre, Joos y Loretan iniciaron la exploración de la misma y construyeron un iglú pasada la cima del Roc Noir -7490m- antes de descender.
La mala climatología los retuvo hasta el 26 de octubre. Debido a este retraso, Loretan le presentó a Joos su plan para recuperar el tiempo perdido: una subida directa hasta el C-IV. Con esa idea salieron los dos guías acompañados de Durrer y Bühler. Al llegar al C-IV tanto Durrer como Buhler tuvieron que darse la vuelta. Al primero se le acababa el tiempo y tenía que regresar a Suiza, mientras que el segundo presentaba mal aspecto. La similitud con el estado del malogrado Hiltbrand en el Nanga Parbat, hizo que tanto Loretan como Joos insistieran a su compañero y le convenciesen para que abandonara.
Ya solos, los dos alpinistas pasaron la noche en el iglú y continuaron por la arista al día siguiente sin apenas material. La larguísima arista pasaba por las tres cimas del Annapurna: la este -8047m-, central -8061m- y principal -8091m-. Salieron a las 5.30 y en solo 3h ya estaban al pie de la cima este. Sin embargo, un muro de 500m les separaba de su objetivo. Las dificultades eran grandes y no fue hasta las 16.00 que finalmente pisaron la primera cima. Eufóricos continuaron su camino descendiendo hacia el collado que separa la Cima Este de la Central. Llegados a este punto cavaron un agujero en el hielo donde pasaron una fría noche a unos 8.020m.
Al día siguiente, un descenso técnico pasada la cima central les abriría el camino a la cima principal. Tras un rapel, la arista los condujo a los 8091m del Annapurna a las 13.30h. La alegría era desbordante y aunque habían logrado algo insólito, eran conscientes de lo que les quedaba por delante. No pudiendo volver por el mismo muro que acababan de descender, emprendieron un terrorífico descenso por la cara norte.
Solo conocían esta vertiente por una postal que llevaban en la mochila. Sabían que había dos rutas y se decantaron por intentar la más directa, si es que la encontraban. Para ese descenso por terreno desconocido, contaban con un trozo de cuerda para el material, un único tornillo de hielo y 50m de cuerda de 5mm. Con este pobre equipo los dos suizos realizaron un descenso por paredes verticales.
Tras dos noches más en altura, por fin encontraron el CB de una expedición japonesa y checoslovaca que les dieron comida y agua. No se encontrarían con el resto de sus compañeros hasta 10 días después en Katmandú. Loretan la calificaría como su «expedición más arriesgada, donde pasó más tiempo en la tierra de los muertos que de los vivos«.
1985. K2 y Dhaulagiri «invernal«
Un plan idealista en el K2
En el 85 Loretan organizó una expedición suiza a la montaña de sus sueños, el K2. Junto a su novia y guía, Nicole Niquille, invitó también a sus compañeros habituales: Pierre Morand, Norbert Joos y Marcel Ruëdi. También les acompañarían los guías Jacques Grandjean y Jean Troillet.
El grupo de 7 alpinistas se proponía abrir una via en la cara sur del K2. Sin embargo, al llegar al pie de la montaña, parte del grupo lo estimo excesivo y se dividieron en dos equipos. Mientras que Loretan, Troillet y Morand se afanarían en el proyecto de la cara sur, el resto del grupo intentaría la via normal -el Espolón de los Abruzzos-.
El 23 de mayo el trio que iba a intentar la cara sur ascendió por la cresta norte del Broad Peak para aclimatar y fotografiar la imponente vertiente del K2, de la que apenas tenían referencias. No tardaron mucho en meterse en faena y el 29 ya alcanzaron los 6000m en la pared. Mientras, en la via normal, Joos y Ruedi dormían en el Campo-II.
Tras unos días de descanso en el campo base retomaron la actividad, alcanzando los 7000m en la cara sur. Sin embargo, la inestabilidad que presentaban unos seracs en la parte superior llevaron a Loretan a convencer a sus compañeros para abortar. Esa intuición resultó ser providencial, ya que al poco tiempo los seracs cedieron provocando una gigantesca avalancha que habría barrido a la cordada.
Durante ese tiempo, Joos y Ruedi, cansados de esperar, se lanzaron a intentar la cima del K2 por el espolón de los Abruzzos el 12 de Junio. El mal tiempo les bloqueó en el C-II durante tres dias, aunque finalmente consiguieron progresar. La radio que llevaban se quedó sin batería y en el CB comenzaron a impacientarse. El día 19, mientras exploraban la ruta buscando su rastro, la radio volvió a la vida anunciando el éxito de la pareja suiza.
Al día siguiente, el resto del equipo subió con provisiones para ayudarles en el descenso, pero se encontraron con Joos y Ruedi ya en el C-I. Los nueve días en altura, incluyendo tres a más de ochomil metros, les había pasado factura. Joos acabó perdiendo todos los dedos de los pies y ambos tuvieron que ser evacuados en helicóptero.
Tras esto, las salidas del resto del equipo se fueron sucediendo sin éxito, apenas alcanzando la cota de los 8000m. Finalmente el 4 de julio, tras dos meses de expedición, el tiempo mejoró y Troillet, Morand, Loretan y Niquille salieron hacia la cima. Por el camino coincidieron con una expedición francesa y otra japonesa, pero la excelente aclimatación que tenían hizo que el grupo de Loretan fuera en cabeza.
Al día siguiente, a unos 7600m, Niquille se vió obligada a retirarse por problemas en una pierna. El resto del grupo ascendió directamente a la cima sin tener que dormir a 8000m, directamente desde el C-III. Loretan lideraría al equipo que pisaría la cima a las 4:00, descendiendo sin incidentes.
Dhaulagiri «invernal»
No hubo que esperar mucho para que Loretan volviera a las grandes alturas. Esta vez el proyecto era probar un ochomil en invierno y le acompañaría Troillet, Pierre-Alan Steiner y su amigo Morand. La experiencia en el K2, donde la ligereza les permitió subir en apenas dos días la ruta de los Abruzzos, les llevó a plantear un ascenso lo más ligero posible.
No llevarían tienda ni saco -a excepción de Troillet, que se negó a dejarlo-. Tan solo una funda de vivac y una pala para la nieve. Establecieron su CB el 16 de noviembre y tras una breve exploración, construyeron un iglu a unos 5000m. Tras este primer reconocimiento de la cara oriental, Morand decidió abandonar.
Morand, que le había acompañado en sus inicios, que estuvo con él en sus cimas de los Andes o del K2, Broad Peak y Gasherbrum I, vió claro que de continuar siguiendo el ritmo de su amigo acabaría encontrando a la muerte. El Dhaulagiri fue el último ochomil que intentó Morand, aunque conservó la amistad con Loretan hasta el final.
El equipo, reducido por tanto a 3 miembros, comenzó su ascensión la noche del 7 de diciembre desde el iglú. Tras 18 horas de escalada se detuvieron a unos 7800m, donde cavaron una pequeña plataforma y se dispusieron a pasar una gélida noche. Para enfrentarse a los aproximadamente -50ºC contaban sólo con la funda de vivac, a excepción de Troillet que sí disponía de saco y lo compartió generosamente por turnos. Al día siguiente continuaron hasta la cima a la que llegaron a las 13.24 descendiendo hasta el iglú en el mismo día.
Esta expedición sería un gran exponente de la filosofía ligera que caracterizó a Loretan. Su extrema ausencia de medios aunado a un clima invernal hizo que fuera una expedición muy aplaudida en su época, sin embargo hoy en día se cuestiona. Ni el calendario se ajusta a ciertas concepciones del invierno, ni la zona donde se detuvieron se considera cima.
Gracias a la tecnología actual y a los cientos de fotos y videos que tenemos, casi 40 años después sabemos que esa antecima confusa conocida como metal pole area -ya que alguien, en la misma confusión que Loretan, incluso levantó un poste metálico para señalizar lo que creía que era la cima- está unos metros mas bajo que la cima real.
1986. 34 cuatromiles, Everest y Cho Oyu
Recien llegado de su expedición invernal, Erhard recibió la llamada de un alpinista llamado André Georges. Georges tenía un proyecto en el que había fallado ya en dos ocasiones y que consistía en una expedición para escalar en invierno y de forma consecutiva 38 picos, incluyendo 34 cuatromiles en los Alpes Peninos. Asombrado por las últimas expediciones de Loretan, le invitó a acompañarle en un nuevo intento.
La cordada tuvo éxito y desde el 14 de febrero hasta el 4 de marzo ascendieron todos y cada uno de ellos sin bajar de los 3000m en lo que la prensa llamó la «Corona Imperial». Y es que este proyecto tuvo mucho seguimiento en prensa -no en vano era un periodico el principal patrocinador de la expedición- y cómo pasa siempre, también le granjeó alguna crítica al considerarlo una acto de vanidad. Para Loretan fue una aventura muy satisfactoria y descubrió en Georges un amigo y buen compañero con el que realizar más actividades.
El Everest más ligero
Ese año Troillet había vencido a la tediosa administración china, obteniendo un permiso para escalar la cara norte del Everest en el verano de 1986. La idea inicial era intentarlo de forma ligera, formando cordada solo con Loretan. Finalmente incluirían también a Pierre Béghin, que por aquella época era un alpinista estrella, muy mediático y con una gran reputación.
Debido a compromisos contractuales con sus patrocinadores, Béghin tenía que incluir un equipo de filmación y un médico. El grupo fue poco a poco creciendo, al incluir a la mujer e hijos del francés, ante lo que Loretan acabaría invitando a su novia Nicole Niquille. Esta multitud desagradaba al suizo, pero el deseo de escalar el Everest era más grande.
La idea inicial era que el grupo se dividera en dos. Mientras que Troillet quería escalar el corredor Hornbein en solitario, Loretan y Béghin intentarían el corredor Norton por el que solo unos años antes, Messner había subido en solitario -y tambien en verano-.
La expedición no empezó con buen pie para Erhard. A los pocos días de llegar -el 25 de julio- sufrió un accidente de parapente al tratar de aterrizar en el campo base. El resultado fue un esguince grave de tobillo que le obligó a parar 15 días, perdiendo un tiempo que sus compañeros emplearon en aclimatar.
Esto no supuso el final de sus problemas. Cuando por fin se pudo reincorporar, el equipo decidió ascender a un collado llamado Lho La que separa Tibet de Nepal. En el camino, Loretan cayó en una grieta hiriéndose con el piolet en el brazo y precisando más de 11 puntos de sutura y otra semana de reposo.
A finales de agosto el monzón por fin dió tregua, pero había dejado la montaña tan cargada de nieve que los tres decidieron unificar planes y subir por el exigente corredor Hornbein. El plan era, como acostumbraban, subir muy ligeros. No llevarían ni tienda, ni sacos y escalarían por la noche para evitar en la medida de lo posible el mayor peligro objetivo de la ruta: las avalanchas.
Con este plan salieron los tres alpinistas del campo base a las 23:00 del 28 de agosto. A las 11 de la mañana llegaron justo debajo del corredor Hornbein -a unos 7800m- y que suponía un buen lugar para cavar un agujero y descansar durante el día.
A las 20.00 retomaron la actividad pero Béghin, al poco rato de salir, decidió abortar y volver a la cueva. Loretan y Troillet continuaron su ascensión algo desorientados, sin conocer bien la ruta. A 8.200m el frio arreció de nuevo y decidieron descansar de nuevo unas horas entre las 2 y las 5 de la madrugada. De ahí seguirían directos a la cima a la que llegaron a las 14.30.
Tras media hora en la cima y, a pesar de que con la altitud sufrieron alucinaciones y un fuerte efecto del «tercer hombre«, Loretan cuenta como no les preocupaba el descenso. Habían comprobado como la cantidad de nieve y la inclinación de la ruta la hacían propicia para bajar ramaseando. Se dirigieron al inicio del corredor Hornbein y deslizándose sobre el trasero, con los crampones en alto y controlando el descenso con los piolet, llegaron al campo base en tan solo 3 horas. En total habían tardado 43 horas de CB a CB en el estilo más ligero imaginable.
Cho Oyu fatídico
Tras el Everest, Loretan volvió a Nepal con la idea de intentar la inédita travesía Everest-Lhotse. Para ello contaba con su antiguo compañero Marcel Rüedi, que ya se encontraba en esos momentos en el Himalaya intentando el Makalu con Wielicki y los polacos. Por desgracia, Rüedi falleció en el Makalu y lógicamente Loretan abortó el plan. Sin embargo, se le planteó la posibilidad de subir el Cho Oyu por su vertiente nepalí. En Katmandú se encontró con Dupré, un alpinista compatriota suyo que se unió a la expedición. Por una serie de azarosas coincidencias, su amigo Pierre-Alain Steiner también se enteró y contactó con él para unirse.
Así el grupo de tres llegó al campo base el 3 de octubre. El 19 salieron para intentar una via nueva en la cara oeste, pero a la altitud de 7300m una tormenta les sorprendió. La perspectiva de pasar ahí la noche no convencía a Dupré, que descendió dejandoles el saco. Al día siguiente la situación seguía siendo mala y a Loretan le preocupaba la poca aclimatación de Steiner, así que decidieron bajar también.
Lamentablemente durante el descenso Steiner sufrió una caida de más de 600m. Aunque inicialmente sobrevivió, las lesiones eran gravísimas y Loretan tras evaluarlo y dejarlo lo mejor pertrechado posible corrió al campo base a buscar ayuda. En cuanto llegó, mandó a un sherpa a Namche Bazaar para solicitar un helicóptero, mientras él junto a Dupré subieron con Steiner. Aunque continuaba con vida, finalmente acabó falleciendo. La agónica pérdida de su amigo, supuso un durísimo golpe para Loretan.
1987: Un año de lesiones
Tras la vuelta de la fatídica expedición al Cho Oyu, emprendió de nuevo junto a André Georges -con el que había escalado 34 cuatromiles- un reto aún mayor: las 13 caras norte del Oberland. El 9 de ferbrero se encontrarían en Grindelwald y empezaron el proyecto.
La primera cara norte sería la del Gross Fiescherhorn de 4049m, de ahí encaminaron sus pasos a la norte del Mönch pero una avalancha arrastró a Loretan produciéndole una lesión vertebral y medular. Los daños fueron tan severos que se dudó de si volvería a caminar pero el guía suizo, con algo de suerte, consiguió recuperarse. Sin embargo, en julio de ese mismo año, tuvo un accidente de parapente. Esto le trajo de vuelta al hospital -ante la incredulidad de los médicos- con otras dos vertebras rotas y una larga recuperación por delante.
1988: Intento al Makalu. Torre Sin Nombre
Una vez superada la lesión se sumergió de pleno en su siguiente expedición junto con Troillet, su infatigable compañero de cordada. El objetivo era el Makalu, pero durante la aproximación decidieron acortar parte del trekking realizándolo en parapente. La idea fue un fracaso total y acabó con Troillet estrellado contra un muro. El resultado fue una pierna rota y la consecuente cancelación de la expedición.
Tras este contratiempo, Loretan habló con Kurtyka para notificarle su disponibilidad y ambos emprendieron una escalada de la que ya habían hablado en el pasado: la inescalada cara este de la Torre sin nombre, en el Trango. Se trataba de un proyecto de Kurtyka, que había intentado sin éxito dos años atrás junto a Noboru Yamada, Kenji Yoshida y Yasuhei Saito.
El 24 de junio llegaron al pie de la pared. Debido al famoso mal tiempo del Karakorum decidieron optar por un estilo distinto al que acostumbraban, aprovecharían el escaso tiempo que la climatología les permitiera para escalar, bajando a dormir a los pocos campamentos que lograsen establecer. Estas bajadas las utilizarían también para aprovisionar con grandes mochilas el material necesario para la escalada.
La via de 29 largos la realizaron en tres etapas. La primera vez salieron a explorar el 20 de junio. Enfrentándose a nieve profunda y dificultades técnicas, lograron fijar 300 metros de cuerda antes de regresar al campamento. En la siguiente salida, el 2 de julio, fijaron su primer vivac desde el que durante tres días escalaron una buena parte de la ruta antes de que una tormenta les obligara a retornar de nuevo al campo base.
El 9 de julio salieron para un tercer intento en el que continuaron subiendo, encontrando un lugar perfecto para un tercer vivac. Desde ahí lanzaron lo que sería el intento definitivo a cumbre, escalando las mayores dificultades de la vía y logrando la cima la tarde del 13 de julio. La ascensión fue calificada por Kurtyka como «técnicamente extrema» demandando además un esfuerzo físico enorme, donde debieron portear cada uno cerca de 120 kg entre comida y material.
En octubre Erhard volvería al Makalu con Troillet, pero el mal tiempo les impidió prosperar mucho. Solo pudieron subir hasta los 7100m del pilar oeste. Durante esta expedición ayudaron en su descenso desde el C-I a Carlos Carsolio que se encontraba en mal estado tras la cima.
1989 Caras Norte e intento al K2
Loretan no solía dejar proyectos inconclusos y una vez hubo vuelto a sus Alpes natales, habló con su amigo Georges para retomar el proyecto de las trece caras norte que la grave lesión había frenado. El plan era el mismo que la vez pasada y la pareja acudió el 14 de enero al pie de la norte del Gross Fiescherhorn, al que ascendieron en solo cuatro horas.
Esta sería la tónica en el resto de cimas, con ascensiones muy rápidas y por vias muy dificiles técnicamente hablando. Entre otras, incluyeron una via nueva por la cara norte del Jungfrau -como en otras ocasiones, motivada por no haber estudiado la topografía- en 5.5 horas, los casi 1000m de la norte del Monch en 4.5 horas o la imponente norte del Eiger.
Sin éxito en la oeste del K2
En verano se volvió a juntar con Troillet y con Kurtyka, esta vez el objetivo era abrir una nueva via por la cara oeste del K2. Fue un verano de especial mal tiempo y la cordada que llegó al campo base el 16 de junio, estuvo casi un mes aclimatando los pocos días que la climatología lo permitió en la via normal alcanzando los 7000m. Con esta aclimatación se dirigieron a su objetivo, en un gran ejercicio de paciencia intentaron la escalada hasta el 8 de agosto, pero cada salida fue derribada por el mal tiempo.
1990 Denali, Cho Oyu Y Shishapangma
Durante la primavera de 1990 Erhard se dedicó a su trabajo de guía. Esto le llevó a subir la normal del Denali con un grupo de clientes el 23 de mayo. Sin embargo, en otoño tenía otros planes con su habitual compañero Jean Troillet y su amigo Voytek Kurtyka. Intentarían ascender los dos ochomiles que se suelen subir desde el lado tibetano.
Fieles a su forma de entender el alpinismo, no se conformaban con ascensiones normales. En ambas montañas querían abrir rutas nuevas y con el estilo alpino muy ligero que tanto les caracterizaba. El primer objetivo era la desconocida cara sudoeste del Cho Oyu.
Cho Oyu
Los tres alpinistas llegaron al campo base del Cho Oyu el 27 de septiembre. La rápida aproximación en jeep hizo que Troillet desarrollara mal de altura, pero por fortuna se pudo recuperar y comenzaron a aclimatar en la ruta normal. Esta aclimatación fuera de la ruta era necesaria para afrontar la escalada en un verdadero estilo alpino y sin paradas que querían intentar.
Una vez hubieron aclimatado, el 19 de septiembre, iniciaron su ascensión. Todo el equipo que llevaban eran dos cuerdas de 30m, algunos pitones y tornillos de hielo, un hornillo de gas, los piolets, fundas de vivac y apenas comida -tan solo cuatro barritas energéticas y un par de chocolatinas-. Comenzaron la ascensión a las 18.00 escalando buena parte de la ruta por la noche. La gran acumulación de nieve debida al reciente monzón hizo de la escalada un trabajo extenuante. En algunos tramos a 8100m -y tras 24 horas de escalada- la nieve era tan profunda que Loretan relata como pidió a Troillet que le empujara a través de esta con el fin de llegar a «tierra firme».
Esto resultó tan agotador que finalmente decidieron pasar el resto de la noche allí sin saco. Al día siguiente en solo media hora llegaron a la cima y descendieron por la ruta normal.
Shisha Pangma
Sin apenas descanso, partieron hacia el campamento del Shisha Pangma a 60km de distancia. La cara sur del Shisha ya había cautivado a los dos suizos en el 87 y su plan, esta vez con Kurtyka, era una ruta nueva directa a la cima. Para esta escalada redujeron aún más su equipaje, prescindiendo incluso de la funda de vivac. Llevarían una cuerda de 30m, algunos tornillos de hielo y cada uno unas pocas chocolatinas y una botella de bebida.
Con tan solo un día descanso y tan ligeros de material, el 2 de octubre a las 18.00 comenzaron la escalada. Su estado de forma era óptimo y en apenas cuatro horas recorrieron 1000m. El camino era incierto y en alguna ocasion tuvieron que desandar algún tramo por equivocar algun corredor. Kurtyka a estas alturas iba más lento y poco a poco fue quedándose rezagado.
Mientras los dos suizos continuaron su ascenso que les llevó, tras 16 horas de esfuerzo, a la cima central el 3 de octubre. Hacía horas que no veían a Kurtyka y suponían que había abortado. Sin embargo, durante el descenso se encontraron con el genial polaco que en un despiste, había equivocado el camino, pero que continuaba ascendiendo.
Viéndolo en un estado de forma muy bueno y animado, continuaron su descenso que completaron en 6h. Esperaron la llegada de Kurtyka, pero cayó la noche y el polaco no volvió. Al día siguiente tampoco apareció y los peores temores cayeron sobre los suizos. Confiados en que a lo mejor hubiese bajado por la via normal acudieron al campo base y allí se lo encontraron, deshidratado y en mal estado pero vivo y descansando. Kurtyka había llegado a la cima ocho horas después que ellos, pero en el descenso decidió pasar la noche. No pudiendo comer ni beber en todo ese tiempo, finalmente completó el descenso 40 horas más tarde que los suizos.
1991 Makalu Pilar Oeste
Loretan y Troillet volvieron el otoño siguiente al Himalaya, tenían por delante uno de los grandes retos pendientes en la cordillera: la cara oeste del Makalu. Esta via, que ya intentaron sin éxito Voytek Kurtyka y Alex MacIntyre, discurría por un terreno muy técnico y requería más material del que acostumbraban a utilizar la cordada suiza. Por este motivo decidieron hacer un depósito a 6500m llevando sacos de dormir, cuerda, mosquetones, tienda, etc.
Cuando el 18 de septiembre retomaron la escalada, observaron con frustración que una avalancha había enterrado sus pertenencias. Intentaron infructuosamente en dos ocasiones desenterrarlas, pero tuvieron que rendirse ante la evidencia de que jamás recuperarían su material.
Una expedición española, que se encontraba intentando el Pilar Oeste, al enterarse de su percance les prestaron material motu proprio, lo que llenó de gratitud a los suizos y les animó a realizar otro intento. Tras pelear duramente con la ruta y cuando llevaban escalados ya hasta los 7800m por una ruta de roca muy exigente, descubrieron con frustración que uno de los crampones de Troillet estaba totalmente partido.
En ese estado no podían continuar y decidieron descender y trasladar su ruta al Pilar Oeste, aceptando así la generosa invitación de la expedición española para que se les unieran. Así el 1 de octubre salieron a la 1.30 con un equipo mínimo, ya que buena parte de la ruta ya estaba fijada. Sobre las 10.00 llegaron al C-III de los españoles, a unos 7400m, donde se encontraron con un miembro de la expedición española en retirada y descansaron un poco.
Pasadas unas horas se pusieron en marcha de nuevo para superar la parte técnicamente más compleja de la ruta y llegar a las 20.30 al último campo a 7.900 donde descansaban Carlos Vallés y Manu Badiola. Tras reunirse con ellos, decidieron salir juntos hacia cima a medianoche.
Con Loretan abriendo camino fueron superando el tramo final de la montaña. A las 10.00 Erhard llegaba a los 8485m sobre los que se levanta la cima del Makalu. Media hora más tarde aparecía Troillet y Badiola. Tras esperar un buen rato, los suizos decidieron comenzar el descenso mientras que el español se quedaría un poco más a esperar a su amigo. El plan era que los suizos bajaran directamente al Campo II, de forma que liberasen el Campo III para Manu y Carlos -estos llevaban ya cinco días en altura y no era recomendable que durmieran a los 7900m del C-IV-.
Duarnte el descenso se cruzaron con un sherpa que esperaba a los españoles con bebida y para asistirlos en la bajada, todo parecía controlado. A las siete de la tarde Loretan y Troillet llegaban al campo base. Por desgracia reciben noticias del campo III, era Carlos Vallés contando que Manu había sufrido una caida fatal de 800m poniendo el final más triste a una expedición donde la solidaridad, la generosidad y la amistad había sido la norma.
Aunque el papel de los suizos fue fundamental para alcanzar la cima, Loretan comentaba como tenía la convicción de que sin el enorme trabajo realizado por los españoles previamente y del que ellos se beneficiaron, jamás habrían alcanzado la cima. Esto hacía que no estuviera especialmente orgulloso de esta ascensión.
1992-1993 Intentos al K2 y Kangchenjunga
A pesar de que a Loretan solo le quedaban dos ochomiles para terminar los catorce, su interes principal recaía en rutas nuevas e imaginativas. Por este motivo, aunque ya tenía el K2 en su haber, en el verano de 1992 junto a Kurtyka volvió a Pakistan para intentar uno de sus sueños inconclusos: una ruta nueva por la cara oeste. Por desgracia, la climatología y el riesgo extremo de avalanchas que presentaba la ruta les obligó a abortar cuando apenas habían alcanzado los 6400m
Primer intento al Kangchenjunga
En 1993 con su habitual compañero de cordada, Jean Troillet, acudiría al Kangchenjunga. La tercera montaña más alta de la tierra era la penúltima que le quedaba por ascender a Loretan. El plan era subir por la arista suroeste hasta la cima sur, y siguiendo la arista cimera llegar a la cima.
Sin embargo, todo en esta expedición salió mal desde el principio. Durante la aproximación un perro mordió de froma seria a Loretan. Además, al llegar al CB ambos cayeron enfermos con fiebre alta, lo que obligó a Erhard a volver a descender. Una vez recuperados hicieron un intento, pero el estado de la nieve era muy malo y ascender los primeros 700m les llevó más de 12 horas. Ante esta situación decidieron cancelar definitivamente la expedición
1994 Lhotse
Loretan y Troillet, ávidos de buscar esos retos superlativos, habían encontrado en el Lhotse uno que les llamaba especialmente la atención. Se trataba de la primera travesía del Lhotse a una cima subsidiaria llamada Lhotse Shar. La empresa era mayúscula, ya que no solo atravesaba un terreno delicado técnicamente, tambien implicaba pasar al menos cuatro días por encima de 8.000m en la llamada «zona de la muerte».
El plan era subir por la via normal del collado sur y una vez alcanzada la cima principal, emprender la inédita travesia. Con ese objetivo Erhard llegaba junto a su inseparable Troillet a un ya masificado campo base del Everest en el otoño de 1994. El 17 de septiembre harían una primera incursión. Atravesando la cascada de hielo -y después de negociar con los sherpas una tarifa que cobraban por usar la equipación- alcanzaron el Campo II a 6400m donde dejaron un depósito de material y volvieron al base.
Unos días mas tarde retomaron la ascensión, esta vez para hacer otro depósito a 8000m. Subieron hasta el campo III donde descansaron un poco y al amanecer se encontraban ya subiendo por la Banda Amarilla sobre la que establecieron ese segundo depósito. Aún continuarían ascendiendo durante una hora aproximadamente para reconocer el terreno antes de descender de nuevo al campo base a descansar.
Finalmente llegó el 29 de septiembre y decidieron partir hacia lo desconocido. Hicieron noche en el C-II en la tienda de una expedición francesa y esa misma madrugada continuaron hasta su depósito a 8000m. Poco más arriba coincidieron con dos alpinistas -Jeff Lakes y Alex McNab- que llevaban dos días acampados y también buscaban la cima del Lhotse.
Loretan y Troillet cavaron un agujero en el que descansar un poco y junto a Jeff y Alex comenzaron la parte final del ascenso, cargados con el material necesario para la travesía. El tiempo era terrible, el viento castigaba sin cesar y se les congelaba la cara. Las condiciones eran tan duras que Jeff abandonó al rato de salir. A escasos 100m de la cima Alex también abandonaba. Los suizos, mucho más rápidos, lograron la cima del Lhotse a las 9.10. Dado lo extremo de la climatología, no les costó tomar la decisión y abandonar el sueño de la travesía. Una hora más tarde estaban adelantando a Jeff y Alex, que iban bajando despacio, camino del último campamento.
El descenso del Lhotse fue agónico para estos dos alpinistas, que acabaron perdiendo los dedos de los pies. Pero gracias entre otras cosas a Loretan y Troillet, que les asistieron en la bajada, pudieron llegar con vida.
El invierno de 1994 Erhard lo pasó explorando en la antartida donde realizó la primera ascensión -además en solitario- del imponente monte Epperly de 4359m.
1995 Shisha Pangma y Kangchenjunga
«Trámite» en el Shisha Pangma
Durante la primavera de 1995 Loretan lideró una expedición comercial al Shisha Pangma. Aunque él consideraba perfectamente válida su ascensión a la cima central de 1990, siendo además una ruta nueva directa, no tardaron en aparecer voces que criticaban que no llegara a la cima principal que era 10m más alta.
Aprovechando esta expedición, Loretan salió el viernes 28 de abril en solitario del CB a las 15.30, llegando a la cima principal a las 12.00 del sábado y volviendo al CB por la noche. Con esta ascensión express dijo silenciar a los que «repetían que a su honor le faltaban 10 metros«.
Kangchenjunga: el último ochomil
En otoño de 1995 el foco mundial del alpinismo se fijo en el Kangchenjunga. Allí se reunieron dos alpinistas a los que solo les faltaba esa cima para convertirse en la tercera persona en completar las 14 montañas de más de 8000m. El 1 de septiembre Loretan, Troillet, André Georges y Pierre Ozenda llegaban al CB, 10 días después el equipo del francés Benoit Chamoux hacia lo propio.
Aunque Chamoux tenía 3 de sus 13 cimas discutidas -Dhaulagiri, Shisha Pangma y su reciente Makalu- la posibilidad de convertirse en el tercer hombre les llevó a crear una rivalidad malsana. Formaba cordada con Pierre Royer, que filmaría la ascensión, y cinco sherpas que les asistían. En el campo base se encontraba también una expedición italiana liderada por Sergio Martini, un veterano con 10 ochomiles en su haber.
La expedición comenzó con salidas de cada equipo, montando y aprovisionando campos superiores, hasta el día 2 de octubre que los italianos salieron hacia arriba. El 3 arrancó el grupo de Loretan seguido de cerca de los franceses. Así avanzaron hasta el Campo III -7300m- excepto Ozenda que se retiró a la altura del primer campamento. André Georges también mostraba problemas.
El grupo de Loretan descansó unas horas y volvió a salir para escalar como acostumbraban por la noche. Tras tres horas de subida, se vieron demasiado cansados y volvieron a bajar a este último campamento a descansar, de donde el resto de grupos no se había movido. Al día siguiente todos los equipos alcanzaron los 7800m del C-IV. Este fue el final de la expedición para André Georges, que sintiéndose agotado decidió retirarse.
El 5 de octubre a las 2 de la madrugada salían del C-IV Loretan y Troillet junto a Sergio Martini, con el que se dieron relevos para el agotador trabajo de abrir la ruta. Los franceses con sus sherpas iban por detrás y apenas colaboraron en la dura tarea. Pronto se vió que su ritmo era mucho más lento, lo que hizo que los suizos y el italiano dejaran de esperar su ayuda y lideraran la escalada.
Loretan y Troillet subieron al Yalung Kang y desde ahí querían hacer una travesía hasta la cima principal. Martini dudaba de la viabilidad de la ruta. Junto al feroz viento que se había levantado, le preocupaba un pilar de roca dificil de alcanzar.
Esperó durante media hora a que los dos suizos se retiraran para seguir con ellos por la via normal, pero al ver que no volvían y comprobar que la nieve era inestable, se retiró. En el descenso se encontró con el equipo francés que traía las peores noticias, Riku, un sherpa al que habían contratado, había muerto y como consecuencia el resto de sherpas se habían retirado. Mientras, Loretan y Troillet continuaban por su ruta trazando una nueva variante. A las 14:35 Loretan se convirtió en el tercer hombre que veía el mundo desde la cumbre de sus catorce montañanas más altas.
En su descenso se encontraro con Royer y Chamoux que ascendían de forma muy lenta. Sería la última vez que se viera a los franceses. A las horas anunciaron por radio que abortaban el ascenso y el día 6 después de pasar la noche en la arista, Chamoux contactó ya que no encontraba la ruta de vuelta. Troillet le dió instrucciones, pero nunca más se supo. Martini, que volvió a subir para hacer cima, encontró muestras de que alguién había intentado acampar y algunos objetos, como la mochila de Royer o su radio un poco por encima.
Fama y tragedia
A pesar de haber concluido su proyecto de los 14, Loretan continuó realizando actividades notables. Buenos ejemplos son el ascenso a un monte desconocido en la antartida de 4600m el invierno del 95, una expedición que lideraría al Cho Oyu en 1996 o los intentos a la Mazeno del Nanga Parbat con Kurtyka y posteriormente con Troillet. Pero indudablemente su éxito en los 14 fue lo que le catapultó a un nivel de fama desconocida para el suizo y con la que no terminaba de sentirse cómodo. Tras su vuelta del Kangchenjunga fue reclamado para infinidad de entrevistas, a sus conferencias acudían multitudes y era mirado como una leyenda por sus vecinos.
Sin embargo, todo esto se torció la navidad de 2001 cuando la tragedia, que tantas veces había esquivado en sus ascensiones, quiso encontrarle en la calidez de su hogar. Erhard hacía siete meses que había sido padre de un niño al que llamaron Ewan. Esa fatídica noche, el llanto del bebé pudo con los nervios de Loretan que trató de mecerlo con demasiada rudeza para calmarlo. Fueron apenas dos segundos, pero lo suficiente para que el pequeño desarrollara un raro trastorno conocido como «el síndrome del bebé sacudido» provocándole la muerte.
Loretan quedó devastado por el suceso. Autorizó al juez a que difundiera su identidad, para que su fama ayudase a concienciar de este síndrome a otros padres. Durante el juicio por homicidio involuntario, en el que resultó condenado a una pena suspendidad de 4 meses, Loretan se dirigió al juez para decirle que «la condena no era nada comparada con la que iba a soportar hasta el último día de su vida«.
Aunque aun realizó actividades notables como una nueva ruta por la arista norte del Pumori o dos intentos a la norte del Jannu con Ueli Steck -quien probablemente haya sido el máximo representante de su legado-, sus palabras fueron ciertas. Loretan, incapaz de superar la culpa y la pena por la pérdida de su hijo, jamás volvió a ser el mismo.
En 2011 decidió celebrar su 52 cumpleaños escalando con la que era su pareja, Xenia Minder. Erhard había conocido a Xenia un par de años antes como clienta y habían entablado una relación sentimental. La cordada se proponía aquel 28 de abril el relativamente sencillo ascenso al Grünhorn cuando Xenia resbaló. La cuerda, ese vínculo sagrado para el alpinista, hizo que Loretan fuera arrastrado en la caida y, aunque Minder sobrevivió, supuso el final del genial alpinista.
La comunidad alpina lloró su pérdida y en su pueblo natal de Bulle crearon un parque en su honor. En él se puede ver una placa en su memoria, así como un rocódromo para niños y catorce manzanos como aquel al que se encaramaba de niño, mientras soñaba con ser alpinista. Cada uno de ellos representa a cada una de las cimas que finalmente lo coronaron no solo como el simple alpinista que soñaba ser, si no como uno de los más grandes de la historia.
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