En estos meses veraniegos, una vez que el monzón ya se ha instalado en el Himalaya, la actualidad alpinística mira hacia el Karakórum. Este año las noticias se sucedían como siempre. Había hazañas tan increíbles como el descenso en esquís del K2 por Bargiel, retos muy ambiciosos en los Gasherbrums y la habitual dosis de polémica con la masificación del K2.
La tragedia, por desgracia, también acudía a la cita con las altas montañas. Así leíamos con tristeza la muerte de un alpinista canadiense en el K2, la de Giordano en el Gasherbrum IV o la historia que nos ocupa: la expedición rusa al Latok I.
Y es que en esta última montaña, una cordada formada por Glazunov y el potente Alexander Gukov -Piolet de Oro 2015- intentaban una comprometida vía. Todo se desarrollaba bien tal y como informaba el día 15 de julio el propio Gukov: «Pasamos la noche a 5.512m. Todo bien. Dejamos cosas pesadas. Llevamos comida para cinco días«.
Con este estilo ligero continuaron la ascensión, pero el mal tiempo les hizo renunciar el 22 de julio, a escasos 200m de la cumbre. No se supo nada de ellos hasta el día 25 en que se les vió bajando lentamente a unos 6.600m.
Sin embargo, ese mismo día a las 11:24 un mensaje de Gukov hacía saltar todas las alarmas: «NECESITO AYUDA. NECESITO EVACUAR. Glazunov se fue volando. Estoy colgado en la pared sin equipo«.
Rescate en el Latok
Este fue el pistoletazo de salida para una carrera contra el tiempo. Una carrera en la que una persona, Anna Piunova, puso el alma para sacar a Gukov del Latok. Una carrera en la que todos leíamos con el corazón encogido las noticias que llegaban. Y es que esta carrera era en definitiva, contra los límites de la supervivencia de Alexander.
Cómo ocurre casi siempre en estos rescates, la información llegaba de forma confusa y a cuenta gotas. Pronto sabríamos que el alpinista ruso disponía al menos de una pequeña tienda. Al día siguiente un piloto confirmó la triste muerte de Glazunov, pero no pudo acceder a los 6200m donde estaba atrapado Gukov.
En seguida se empezaron a estudiar las posibles vías de rescate. Un potente equipo de alpinistas ya aclimatados y en la zona, apareció en los medios como una posible solución. Se trataba ni más ni menos que de Adam Bielecki, Bargiel y Gottler. Se llegó a decir que incluso habían podido volar hasta el campo base del Latok. Esta alegría duraría poco ya que esa misma tarde se desmintió y se informó que debido al mal tiempo se daban por concluidos los trabajos ese día.
Los planes consistían en llevar al grupo de rescate lo más cerca posible, pero las informaciones se empezaron a aclarar. Bielecki desmentiría que estuviese en el rescate, aunque se ofreció si hacía falta. Por su parte Bargiel, que también se había ofrecido, estaba en Skardú. Sin embargo, no todo eran malas noticias, seguía habiendo una buena posibilidad en los nombres de Gottler y su compañero Hervé Barmasse.
Por desgracia, el tiempo no mejoraba. Gukov se comunicaba para describir las incesantes avalanchas y su imposibilidad de hacer agua. Por si fuera poco, en la zona donde se encontraba, el aterrizaje en helicóptero era inviable. La ayuda aérea pasaba por una técnica para la que no estaba entrenado el ejército Pakistaní llamada Long Line y que consiste en bajar colgando de un cable al rescatado. Por eso, entre tanta dificultad, cada noticia buena era celebrada como un gran éxito -como cuando Gukov informó que había conseguido beber un trago- .
Los días pasaban. El tiempo no daba oportunidad de despegue y, mientras los militares se afanaban en entrenar la maniobra, Gukov se iba quedando sin batería para comunicarse con el campamento base. Llevaba 20 días en la montaña y alguno menos desde que había partido con comida para cinco días.
Se esperaba cualquier oportunidad para, aunque fuese, llevarle gas o comida, pero el tiempo no daba tregua. Herve Barmasse desde el Gasherbrum informó que un equipo de escaladores habría llegado al Latok. Entre ellos estaba Alex Cesen, que hacía dos años había coronado el dificil G-IV. Sin embargo, se descartó la posibilidad de rescate subiendo desde abajo. Todo pasaba por la delicada maniobra con helicóptero.
La situación recordaba muchísimo a la que protagonizó Tomaz Humar en la pared Rupal del Nanga Parbat en 2005. En esta ocasión, Tomaz se quedó bloqueado por el mal tiempo durante seis días hasta que un helicóptero lo arrancó literalmente de la pared -pues olvidó soltarse de su seguro- cuando estaba al límite de sus fuerzas. Era el único precedente que había en el Karakórum de un rescate similar, pero suponía una pequeña esperanza.
Los pilotos, en sus intentos de aproximación a Gukov, se encontraban las peores condiciones. Nieve fresca e inestable, riesgos elevados de generar avalanchas y por encima de todo, un tiempo detestable que hacía imposible cualquier acercamiento.
Los días seguían pasando y se perdió la posibilidad de comunicarse con Gukov. Cada nueva esperanza en forma de previsión meteorológica favorable, era aplastada por la realidad. Los helicópteros a veces despegaban para aterrizar a los pocos minutos, no podían acercarse. Y con cada día, se iba también un poco de esperanza. ¿Cuanto puede sobrevivir una persona en esas condiciones?. ¿En que momento el ejército dejaría de intentarlo?.
Finalmente, el 31 de julio, llegó el ansiado buen tiempo. A las 2.35 am se comunicó lo que hacia días se esperaba: «¡el clima es genial! la montaña está abierta!«. En apenas 15 minutos estaban dos helicópteros en el aire. Uno asistía al otro en la compleja maniobra. En Moscú contenían la respiración, hasta que a las 4:49 llegaba la noticia: «¡¡LO HAN RESCATADO!!».
Los helicópteros, con el combustible justo para aligerar peso, tuvieron que lidiar con fuertes vientos. Tras conseguir divisar a Alexander -cuya tienda estaba enterrada- pudieron hacerle llegar el cable. Por si no había pocas dificultades, a la compleja maniobra hubo que sumar otra. Y es que Gukov, debido a su estado, no tuvo tiempo de desengancharse de la pared. Los pilotos solo pudieron mantener unos minutos el aparato estable, pero las manos de Alexander no reaccionaron a tiempo. Del mismo modo que ocurrió con Humar, el autoseguro acabo cediendo, aunque a punto estuvo de romper el cable que le unía al helicoptero.
Finalmente un Alexander Gukov muy débil, que apenas podía hablar y con congelaciones en las piernas, aterrizaba en Skardú donde tras ser examinado, fue enviado al hospital militar de Islamabad.
Llegó realmente al limite. Durante los últimos dos días no tuvo fuerzas para desenterrar sus piernas que quedaron bajo la nieve. Esa misma mañana se había desecho de su saco de dormir, ya que estaba mojado y congelado. También empezaba a tener alucinaciones. Desde su entorno se afirma que no habría aguantado un día mas.
El fortísimo polaco estuvo siete días en su repisa viendo como nadie podía ayudarle, sin poder comer y apenas beber, hasta que un cable lo trajo de vuelta a la vida. Por desgracia, Glazunov nunca volverá, pero este rescate ha supuesto una lección de esperanza y solidaridad que dudo que olvidemos.
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