Israel López (@zipema10) – Me he pasado toda mi vida buscando espejos en los que mirarme. Muchas veces con acierto y otras, sin más, se han hecho pedazos por diferentes motivos y razones. Pero cuando de repente la vida, como en este caso, te recompensa de esta forma, sabes que algo estás haciendo bien, porque es un premio inesperado.
No quiero que esto parezca una simple oda y un palmeo continuo en la espalda de esta persona a la que admiro profundamente desde hace muchísimo tiempo y más aún a partir del otro día. Simplemente es algo que necesito expresar, con sentimientos que salen de mí convirtiéndose en líneas llenas de agradecimiento hacia su persona.
Todo comenzó por el amor que un grupo de desconocidos, amantes de las montañas y admiración por Sebastián y sus grandes reportajes, libros, conferencias y todo tipo de trabajos dedicados al mundo de las montañas, al que se ha dedicado toda una vida. Constituimos el grupo de Twitter Al Filo, al cual pertenece, como uno más, Sebas.
Mi primer contacto con él fue hace muchos años, a través de la televisión con su grandes documentales de «Al filo de lo imposible«. Para mí no solo eran eso, sino que también eran grandes aventuras en las que yo me veía en mis sueños de niño al lado de todos esos grandes aventureros comandados por él.
La verdad, yo me inclinaba en aquella época por otros deportes, tonto de mí, pero nunca perdí de vista aquellos programas, ni dejé en el olvido quienes salían en ellos. Esto fue hasta que un día, un compañero de trabajo me volvió a meter la montaña, esta vez hasta la médula. Salimos juntos a hacer montaña, me contó un montón de aventuras y yo me creía que vivía uno de aquellos capítulos de Al Filo que tanto y tanto me hicieron soñar de chaval y que desde entonces me han hecho no querer sacar las montañas de mi vida.
Soy de esas personas que se entregan en cuerpo y alma cuando algo le hace feliz y le hace sentir vivo. Así que, rápidamente fue creciendo en mí ese amor y respeto que siento por ellas, las montañas. Empecé a prepararme para poder afrontarlas con un mínimo de conocimiento y compromiso. Hice cursos, me apunté al club, entrené, hice mis primeras cumbres pequeñitas y me empapé de libros, que es donde están los conocimientos y ahí es donde me volví a reencontrar con Sebas, y donde empecé a conocer a todos esos grandes desconocidos del mundo del alpinismo y las aventuras, a los cuales conocía de noticias o de oídas, pero que he ido descubriendo y conociendo gracias a los libros.
Recuerdo la primera vez que yo vi en persona a Sebas, fue en la librería Desnivel. Fui a la presentación del libro de Ramón Portilla. Compré el libro y cómo no, le pedí a Sebas que me lo dedicara. Estuvo super amable conmigo e incluso intercambiamos algunas palabras, recuerdo que le comenté que yo le seguía por Twitter, él me preguntó mi nombre y enseguida me dijo que sí, que sabía quién era. Yo era muy pesado siempre dando me gustas y retwiteando todo, lo sigo siendo, no me extraña que me recordase. También me quedó grabado un consejo que me dio, porque le dije que yo era un don nadie al lado de todos esos grandes alpinistas de los que hablaron en la presentación y muchos de los cuales estaban allí, me dijo: “No eres un don nadie, nunca digas eso. Cada uno se marca sus propios límites, empieza subiendo montañas pequeñas y conquistarás montañas grandes, pero todo poco a poco”.
La verdad es que aquello fue emocionante, que Sebastián Álvaro estuviera allí hablando conmigo fue un subidón. Con todos los buenos alpinistas que había allí y yo solo miraba y escuchaba a Sebas embobado. Hasta a mi mujer la tenía ya medio loca una semana antes con la presentación del libro hablándole y contándole historias de Sebas, al que escuchaba en la radio cada madrugada por aquel entonces, como ahora.
Al poco tiempo, ya estaba otra vez por Desnivel con otra presentación y al poco otra y otra y otra. Luego, me fui a verle al teatro a una conferencia y luego a la Feria del Libro, en la cual no me acerqué por vergüenza que me recordara y pensara: “otra vez aquí el pesado este”.
Hasta que un buen día, en Twitter, me encuentro a este puñado de amigos, creamos un grupo y como dije antes, está Sebastián Álvaro, como uno más con nosotros, comentando, contando, riendo y pasándolo bien cada día.
Poco a poco, ha ido creciendo dentro del grupo la amistad y un día empezamos a organizar una quedada, algo difícil pues no todos somos de Madrid, pero lo propusimos y al final la hicimos.
Quedamos y nos fuimos a la Pedriza. Al final solo pudimos asistir seis compañeros del grupo, contando por supuesto a Sebas, mientras los demás desde Twitter nos empujaban con un montón de mensajes de ánimo.
Esa semana de la quedada, pasamos los días planeándolo por el grupo. Yo no me lo podía creer, iba a pasar un día con la persona que he seguido, leído, escuchado y admirado tanto tiempo. Me sentía nervioso y a la vez ansioso porque llegara el momento. Solo hablaba de eso durante esos días en casa, con los amigos, con cualquier persona que me diera tema de conversación, muy pesado, la verdad, la emoción se apoderó de mí.
El día llegó. Ese día me levanté muy pronto porque me quedaba un poco retirado, pensando cómo sería, imaginando la aventura y deseando conocer también en persona a otros compañeros del grupo que seguro estaban como yo con nervios y ganas de pasar el día junto a Sebas.
Llegué pronto y fui al mesón que estaba abierto a esas horas en Manzanares. Esperé nervioso a que llegaran los demás. Fui puntual, siempre procuro serlo, porque me enseñaron que no se debe malgastar el tiempo propio y mucho menos el de los demás. Pedí un café con leche, aunque casi pido tila. A los cinco minutos, apareció Maud, una compañera del grupo. Nos presentamos, hablamos un poco, y al momento, aparecen los otros que faltan del grupo: Jorge, a quien ya conocía de una presentación en Desnivel; Andrés, que subió desde Cádiz para la quedada y Sebas.
Había pensado cómo sería un montón de veces el saludarnos, pero la verdad es que cuando llegó el momento, me puse muy nervioso. Yo quería abrazarle, pero al final le tendí la mano, con un poco de vergüenza, no me lo podía creer. Saludé a Andrés y a Jorge, charlamos un poco y enseguida, nos pusimos a las órdenes del jefe (como le gusta llamarle a Charo, la fundadora del grupo). Partimos hacia La Pedriza los seis entusiasmados y llenos de ganas e ilusión.
Cuando monté en la furgo para seguirles hasta la entrada de la Pedriza. Iba como en un sueño. Recuerdo hasta decírmelo a mí mismo en voz alta: “Estás con Sebastián Álvaro”. Pensaréis que estoy loco, pero estaba muy feliz.
Llegamos al aparcamiento y nos pusimos las mochilas. Entonces, Sebas empezó diciendo: “Vamos a hacernos una foto para el grupo”. Yo no hacía más que mirarle y los demás estaban igual, se nos veía muy contentos. Nada más empezar a caminar ya le estábamos bombardeando a preguntas y él comenzó a contarnos un montón de historias de todos sus viajes, anécdotas, aventuras y un montón de cosas sobre su vida. Caminábamos y escuchábamos a Sebas, como si lo estuviéramos haciendo en casa por la radio, pero esta vez era en vivo y en directo. Yo durante el trekkin, juro que alguna vez cerré los ojos y le escuchaba, me parecía una sensación increíble abrirlos y verme allí junto a él.
Se llevó su equipo de fotografía y nos hizo durante todo el recorrido un verdadero reportaje. Llevaba un paso bien ligero, se nota que se cuida y entrena a diario, está en forma el jodio. Hicimos un descanso durante el recorrido, compartimos algo de fruta, frutos secos, chocolate y nos pusimos en marcha nuevamente.
Durante el siguiente tramo de la pateada, nos cruzamos con muchas personas que también disfrutaban de un día precioso en La Pedriza. Muchos no le reconocían al cruzarse con él, pero al escuchar su voz, enseguida decían: “Ese es Sebastián Álvaro, ¿le has oído? Hala, madre mía”. Jorge fue el que nos lo dijo luego en el grupo, puesto que iba el último en el trekkin y escuchaba a la gente decirlo, su voz es inconfundible.
Antes de llegar al aparcamiento, ya estaba reservando mesa para comer. Se nota que está acostumbrado a organizar grandes expediciones. Nos dirigió durante todo el trayecto impecablemente, nos llevó a varios sitios muy especiales para él y nos hizo muchísimas fotos.
Ya en el parking, montamos en los coches y pusimos rumbo al restaurante. Yo continuaba alucinado en mi sueño particular, aunque había cosas que me harían emocionarme más aún. Llegamos al restaurante, lamentablemente me tenía que marchar pronto porque tenía un bautizo. Nada más llegar y tomarnos una merecida cerveza bien fresquita, brindamos y nos hicimos la foto de rigor para el grupo. Nada más sentarnos a la mesa, Sebas sacó un montón de regalos para mí. No sabía qué hacer, ni qué decir, me emocioné mucho. La verdad que se pasó tres pueblos Sebas con nosotros.
Durante la comida, le pedí que me dedicara los libros que me regaló, unas joyas que guardaré para siempre en un lugar muy especial de mi casa. Continuamos haciéndole preguntas y él gustosamente contestando, debatimos no solo sobre montañas y aventuras, también sobre historia, en donde también se desenvuelve increíblemente bien.
Al terminar de comer, yo tuve que marcharme rápido, porque se me hizo bastante tarde, pero es que no quería marcharme, continuaba escuchándolo y lo miraba absorto en la conversación, seguramente con una cara de tonto que no veas, pero no era para menos.
Nos levantamos de la mesa todos a la vez y ya fuera en el parking, tocó el momento de la despedida y ahí sí que esta vez no me pude reprimir en darle un gran abrazo de agradecimiento y admiración. Me despedí de mis compañeros del grupo,quienes continuarían la sobremesa invitados en casa de Sebas y reuniéndose con la otra compañera del grupo Kris que faltaba por unirse ese día. Ella fue la encargada de traer unos dulces para el café para la tarde que les quedaba por delante.
En mi vuelta a casa, fui todo el camino recordando todo lo sucedido. Fue increíble la experiencia y el día vivido. Sebas me ha parecido lo primero, una persona humilde, generosa, cordial, abierta, inteligente, divertida y sobretodo buena persona.
Cuando llegué a casa, mi mujer y mis hijas me miraban contentas porque me veían tan feliz y tan contento como nunca. No es para menos, estaba como ese niño que sueña algún día pasar un día de su vida con su ídolo y zas, se cumple de repente.
Espero continuar mucho tiempo viendo crecer esta amistad, que sigamos conociéndonos todos los del grupo en persona y poder seguir haciendo que los sueños se nos hagan realidad.
GRACIAS, GRUPO POR ELEGIRME PARA ESTAR AQUÍ Y GRACIAS, MAESTRO POR HACER QUE UNO DE MIS SUEÑOS SE HAYA CUMPLIDO.
EL DÍA QUE CONOCÍ A SEBASTIÁN ÁLVARO – por Israel López (@zipema10)
15 septiembre 2018
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