El reciente récord de velocidad en la mítica vía The Nose al Capitán, conseguido por Tommy Caldwell y Alex Honnold, generó cierto revuelo en la comunidad montañera mundial. Días más tarde, el anuncio por parte de Colin Haley que había conseguido coronar el Denali -la montaña más alta de Norteamérica- por la vía Cassin en poco más de 8 horas no hizo mas que reavivarlo.

Tommy Cladwell y Alex Honnold

Vaya por delante mi admiración más sincera por lo logrado. Tanto la marca de Haley, como subir en menos de dos horas The Nose, son tiempos tan estratosféricos que se dirían fuera de las capacidades humanas. Sin duda, dejan boquiabierto a cualquiera que conozca mínimamente la magnitud de las vías de las que se habla.

Pero el debate no se centraba en éstas dos hazañas en concreto. No ocurrió como otras veces, en las que se duda de la cima o se cuestionan los medios usados. En ésta ocasión, la actividad en sí misma era el objeto de debate. Y es que últimamente, debido a la popularización de este tipo de récords, cada vez más montañeros se preguntan si no se va con demasiadas prisas al monte.

Kilian Jornet – Everest

En esta linea ya se manifestó Reinhold Messner -una de las voces más autorizadas en cuanto a alpinismo se refiere- cuando Kilian Jornet anunció su doble ascensión al Everest con récord de velocidad incluido. El célebre alpinista italiano lo calificó de «gran logro deportivo, que forma parte del ‘alpinismo de pista’ de hoy en día, pero no es una aventura».

Esas matizaciones que hizo Messner son básicamente las mismas que se enarbolan ahora con estos retos, y es que para muchos de nosotros, el alpinismo no es solo un deporte. Ese componente de aventura, de ir a lo desconocido, es inherente al alpinismo de una forma mucho más íntima que la velocidad en si misma.

Con ello no creo que se esté restando ni un ápice de mérito a este tipo de actividad, pero es cierto que todos estos casos son repeticiones de vías muy conocidas con el único aliciente del tiempo.  Por tanto, para lograr este tipo de marcas se ha sacrificado ese aspecto novedoso o aventurero del que hablaba Messner y qué es el que mejor define al alpinismo de élite -y no tanto a estas actividades de altísimo valor deportivo-.

Es indudable que el alpinismo, que también es un deporte con su «Citius, Altius, Fortius!», se presta a este tipo de retos. A decir verdad, ni siquiera es algo nuevo. Se tiene constancia desde los inicios de las escaladas en los alpes, que incluso los más clásicos de los alpinistas guardaban registros de tiempos de sus ascensiones.

Estas escaladas veloces eran sin duda un buen entrenamiento y además suponían un divertido pasatiempo con el que superarse unos a otros. Sin embargo, no era más que eso. Sus auténticos retos estaban en vías que les demandaran lo mejor de sí mismos, no en vías sobre las que tenían tal superioridad como para hacer este tipo de registros.

La dimensión de un alpinista no se medía en segundos, se medía en metros: los que ascendía en cada vía nueva que abría, se medía en las cimas alcanzadas, en el estilo empleado. Es cierto que pioneros tan destacados como Rebuffat hicieron escaladas en velocidad, pero éstas no son las ascensiones por las que aún hoy se les recuerda.

Ésto no quiere decir que no se valore la velocidad, de hecho en montaña muchas veces es vital ser rápido y eso hay que entrenarlo. Pero en mi concepción del alpinismo, la velocidad es un recurso no un objetivo en sí mismo. El mérito de una ascensión no se debería reducir al cronómetro.

Un buen amigo me dijo una vez que al alpinismo se llega leyendo y precisamente leyendo a Cassin, cuya vía al Denali ha sido la usada en el récord de Haley, me encontré esta cita que resume esta reflexión:

Una vía nueva constituye una unión más íntima con la montaña conquistada: es algo a lo que habéis dado vida y que ahora vive en vosotros. El paso socarrón del tiempo que todo desvanece, el perseguir otros acontecimientos, no pueden contra estas sensaciones. Incluso si la nueva vía es breve, la emoción resulta siempre inolvidable: es terreno virgen, son rocas que desde el principio de los siglos han tenido solamente contacto con la niebla y la lluvia, granizo y nieve. Aun cuando el paisaje alrededor es familiar, el sentimiento de la exploración y del descubrimiento permanece. – Riccardo Cassin


Aitor Tilla

"El alpinista es quién conduce su cuerpo allá dónde un día sus ojos lo soñaron" - Gaston Rebuffat

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